martes, 26 de agosto de 2014

De la prostitución. De mi china vida (25)

1999
- Y a todo esto - preguntó la china con curiosidad -. ¿A qué fuiste a Madrid?

- ¡A triunfar! - le dije yo.

- Ya - dijo ella.

Y hubo un silencio. Un silencio largo. Una pausa larga.

- ¿Quieres hacer ya la maldita pregunta? - le dije yo sabiendo perfectamente cual era.

- ¡Qué ansias, hijo! - dijo ella -. Qué forma de romper la tensión dramática. Ya te la hago, pesao.

Y hubo otro silencio. Un silencio largo. Una pausa larga. Miradas directas a los ojos. Y por fin ella dijo:

- ¿Y triunfaste?

- ¡NO! - dije yo desesperado por tanta parsimonia china -. ¿Crees que si hubiera triunfado estaría aquí ahora en China de cháchara contigo?

- Lo imaginaba. - dijo ella con absoluta tranquilidad.

- No como uno quiere triunfar a los veinticinco años, desde luego - le dije yo -. Me fui con doscientas mil pesetas en el bolsillo y poco más. Dos meses pensé que aguantaría. Durante ese tiempo me sentí vivo y frustrado al mismo tiempo. Por un lado realicé un montón de castings para las series que después admiraba en televisión. Madrid es una ciudad fantástica para trabajar y para el sector audiovisual. Pero por otro lado en dos meses no hice ni un solo amigo. No salí ni una sola noche. Nada. Ni con los tres compañeros de piso. Frustrante.

- ¿Y cómo aguantaste allí? - me preguntó la china.

- Cuando ya estaba haciendo las maletas para volverme me llamaron para decirme que había sido seleccionado para actuar con la Primera Compañía Joven de la Comunidad de Madrid.

- Eso es bien.

- Sí, eso es bien. Me seleccionaron para hacer de "Soldado 1" en Hamlet de Shakespeare. La obra estaba dirigida por el director de cine Jaime Chávarri. 

- Bueno, por algo se empieza - dijo ella.

- Sí, por algo se empieza. De hecho en la segunda lectura Chávarri cambió de opinión y me ofreció el papel de "Laertes".

- Muchísimo mejor. - dijo ella.

- Sí, desde luego. 

- Lo siento por el otro actor.

- Yo no.

- ¡Cómo sois los actores!

- Mi hermana que siempre me ha acompañado en mi carrera actoral se desplazó a Madrid para ver el estreno.

- ¿Y qué tal fue?

- Lamentable. No por el director, del que guardo un grandísimo recuerdo y con el que estuve en contacto hasta varios años después, si no por el desesperante productor de la obra que la hundió casi antes de que se estrenara.

- ¡Vaya! - dijo la china.

- Sí. Al menos gracias a la obra conocí a un montón de actores fantásticos y pude aguantar unos meses más en Madrid. Salí de fiesta y conocí la noche madrileña.

- Algo es algo.

- Y tuve la oportunidad de prostituirme. - le solté yo a bocajarro.

- ¿¿¿Te dedicaste a la prostitución??? - me preguntó ella con los ojos como platos.

- No. He dicho que tuve la oportunidad, no que lo hiciera. Me ofrecieron dinero a cambio de sexo. Bueno, ni siquiera dinero. Me ofrecieron un techo, comida caliente y contactos en el mundo del cine y la televisión.

- ¿Qué dices? - continuó sin dar crédito a lo que contaba.

- Como te lo cuento. - le dije yo sinceramente.

- Qué cutre todo, ¿no? - me dijo ella ya entre risas. - Ni siquiera dinero. Aunque lo de los contactos era como para pensárselo.

- Sí. Y lo pensé, no creas. Lo pensé y lo consulté. Pero en ese momento tienes veinticinco años, eres joven, estás enamorado y ni siquiera te lo planteas. Además el que lo proponía tampoco era un adonis que digamos. Una semana después ya había conseguido a otro.

- ¿Y ese triunfo en el mundo del cine? - me preguntó la china,

- La verdad es que no.

- Entonces era un mal negocio.

- Nunca lo sabremos. A esa edad yo no estaba preparado para esas cosas.

- Ni a esa edad ni a ninguna. - intentó sentenciar ella.

- ¡¡Anda que no!! - le dije yo entre risas - Me pasa eso ahora y acepto. ¡Vamos!

- ¿Qué estás diciendo?

- ¿Que qué estoy diciendo? Que si ahora me viene un tiparraco montado en el dólar y me ofrece dinero por sexo le digo que sí. Pero, vamos, con los ojos cerrados.

- No hablas en serio. - dijo ella mirándome con cara extraña.

- ¡Ay, cariño! El sexo está sobrevalorado. 

- La prostitución es algo muy feo.

- Pues claro que sí. La prostitución que se ejerce en la calle, la que se hace por necesidad, por obligación. Todo eso es un negocio muy turbio y habría mucho que rascar en el asunto, pero yo no estoy hablando de eso. Yo estoy hablando de otra cosa. Estoy hablando de que te paguen por tener... sexo. ¡Sexo!

- ¿Hay alguna diferencia? - me preguntó ella empezando a enfadarse.

- Pues claro que sí. Y es evidente. ¿Quién no ha soñado con ser chapero de lujo?

- No doy crédito a lo que estoy oyendo.

- Oye guapa, yo estoy en la edad de la transición.

- ¿Qué edad es esa?

- En la que pasas de poder cobrar por tener sexo a tener que pagar por él.

- Bueno, bueno, bueno... Es que es increíble. - dijo ella toda indignada - ¿Pagarías por tener sexo?

- ¿Yo? Jamás. Nunca. A veces no puedo pagar ni la comida, como para pagar por... otra comida. - dije yo entre risas.

- No es cosa de risas - me dijo ella.

- Pero vamos a ver, que te lo llevas todo al extremo. Que no estamos hablando de lo mismo, que no me estás entendiendo. - le dije yo en un tono conciliador.

- Que no se habla más del tema, hombre - dijo ella sentenciando.

- El que no hablemos del tema, no hará que se solucione o que no pase. Que yo no quiero que nadie tenga que prostituirse, pero habrá que hablar del tema, no sé, legislarlo. Algo habrá que hacer. Además yo sólo digo que si me hubieran pagado por cada vez que he tenido sexo...

- En China está absolutamente prohibida la prostitución.

- Pues no lo entiendo, porque la inventasteis vosotros - dije yo en tono irónico.

Y aún no había acabado de pronunciar la frase y ya me estaba arrepintiendo. Se giró la china y me pegó una galleta en toda la cara que aún me están temblando las muelas. Yo me quedé sin poder reaccionar. Ella abrió su monedero y sacó un billete.

- Toma, por una sesión de sadomasoquismo - me dijo mientas me tiraba diez yuanes a la cara.

- Oye, pero esto no ha sido consentido - dije yo como pude con un dolor de cara que tardaría minutos en desaparecer.

La china se giró y siguió andando como si nada. Yo recogí los diez yuanes del suelo y dije, intentando aliviar la tensión, por que al fin y al cabo la hostia me la había ganado:

- He dicho chapero de lujo. Estírate un poco, anda.

- Cada uno tiene lo que se merece... puto.

- Pues vaya forma de estrenarse - pensé yo.

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